lunes, 17 de julio de 2017

Carta a Belén sobre los trastornos de personalidad



Querida Belén:

            Lamento mucho lo ocurrido con Raquel. Debo confesarte que esa chica siempre me pareció extraña. Cuando la conocí en tu fiesta de cumpleaños, ella me aseguró que tú eras su mejor amiga y la persona más importante para ella, a pesar de que tú misma me comentaste que sólo la habías conocido cuatro días antes en la escuela. Luego, cuando ella repentinamente se enojó contigo sin ningún motivo aparente, y te empezó a acosar y a gritar en público acusándote de cosas, me preocupé ante la idea de que pudiera hacerte daño. Ahora que me entero de que se ha suicidado cortándose las venas en un arrebato, comprendo mejor el tipo de chica que ella era.
            Según me cuentan, Raquel lamentablemente nunca fue a un psicólogo o psiquiatra; quizás eso pudo haberle salvado la vida. De haber ido a verse con un psiquiatra, seguramente le habrían diagnosticado el trastorno de personalidad borderline. La mayoría de los enfermos mentales sufren condiciones que, a decir verdad, no son inherentes a su personalidad. Tú, por ejemplo, por alguna crisis en tu vida, podrías dejar de comer y convertirte en anoréxica (¿lo recuerdas?, la anorexia es la enfermedad mental cuando la gente no come). Pero, eso no significa que tu personalidad sea anoréxica. La anorexia sería algo coyuntural en tu vida (pero, no por ello sería menos serio), pero no habría sido parte de tu personalidad.

            No obstante, hay alguna gente que sufre enfermedades mentales que sí son consustanciales a su personalidad. No se trata de condiciones que van y vienen. Su propia personalidad es el problema. La personalidad se va formando con los años, y obedece a factores genéticos y ambientales. Hacia los veinticinco años de edad, ya la personalidad está definitivamente conformada, y no hay mucha posibilidad de cambiarla. Si esa personalidad hace que la persona se comporte de forma tal que genere malestar en ella misma, o en los demás, entonces los psiquiatras y psicólogos podrían diagnosticar a esa persona con un trastorno de personalidad.
Lamentablemente, a los psiquiatras y psicólogos se les hace muy difícil ofrecer tratamientos a personas que sufren este tipo de enfermedades. Quien tiene un trastorno de personalidad, por lo general no lo reconoce. Por ello, los psiquiatras y psicólogos dicen que estos trastornos son ego sintónicos; es decir, el paciente se siente en sintonía consigo mismo, y no piensa que los problemas de su vida se deban a su propia personalidad. Ellos opinan que no hay nada que cambiar. Si hay problemas en su vida, es debido a cómo actúan los demás. Y, por supuesto, como sabrás, es muy difícil curar a quien no quiere ser curado.
            Hay varios tipos de trastornos de personalidad. El tipo que Raquel seguramente era, es el que se encuentra con mayor frecuencia. Se le llama borderline (que en inglés quiere decir limítrofe), porque cuando se empezó a diagnosticar, se decía que estos pacientes estaban entre ser neuróticos (personas con problemas, pero no locas) y psicóticos (personas que ya han perdido contacto con la realidad). Me contabas en una de tus cartas que el padrastro de Raquel abusó sexualmente de ella en su  infancia. Pues bien, no sabemos bien las causas del trastorno de personalidad borderline, pero el abuso infantil parece ser un factor importante.
            Las personas borderline son muy, muy inestables. Un famoso libro escrito por un médico, Jerold Kreisman, fue uno de los primeros en describir a la gente borderline. Y, el título de ese libro es Te odio, no me abandones. Según lo que me cuentas de Raquel, ella pudo haber dicho una frase como ésa. Suena extraño. Si alguien odia a otra persona, no le importaría que la abandonara. Pero, para las personas borderline, esto es muy común. Estas personas buscan desesperadamente apegos, y están muy deseosas de vivir relaciones muy intensas. Suelen ser muy inseguras, y buscan apegarse a alguien como una forma de ganar un poco de seguridad. Pero, así como muy fácilmente se apegan a alguien, así también repentinamente pueden volverse en su contra.
Para los borderline, no hay medias tintas. Idealizan y demonizan a una misma persona con la misma intensidad. Y, precisamente porque no hay medias tintas, los borderline son muy impulsivos. Hacen las cosas sin pensar demasiado; actúan según su estado de ánimo dicte en el momento. Recuerdo que en una de tus cartas me contabas que Raquel un día se apareció en tu casa con cuatro cajas de bombones y un ramo de flores para decirte que tú eras la persona más importante en su vida, y apenas dos días después, te enviaba mensajes telefónicos diciéndote que eras una mierda, y que algún día lo pagarías caro. Esa volatilidad es típica en las personas borderline. Lamentablemente, la impulsividad hace que muchas de estas personas se suiciden ante problemas que al resto de la gente les parecerían triviales.
El ser borderline es una condición muy difícil, no solamente para ellos mismos, sino también para los que están a su alrededor. Por eso, comprendo perfectamente tu temor y tu malestar cada vez que Raquel se aparecía en tu casa para, en medio de arrebatos, decirte que te amaba o que te odiaba. Con todo, se puede ser optimista respecto a los borderline. Pues, a diferencia de personas que sufren otros tipos de trastornos de personalidad, los borderline acuden con más frecuencia a los psiquiatras y psicólogos. Eso no quiere decir que la personalidad borderline no sea ego sintónica: recuerda, en todos estos trastornos, la gente no admite tener un problema de personalidad. Pero, al menos, ante tanto estrés que se sufre por los conflictos, la gente borderline va a solicitar ayuda, no propiamente para cambiar su forma de ser, pero sí para que les aconsejen cómo resolver conflictos y cómo apaciguar su ansiedad y depresión.
He preguntado a varios psiquiatras y psicólogos, y casi todos me han dicho que, de todos sus pacientes, los más difíciles de tratar son los borderline. Pues, el psiquiatra o psicólogo fácilmente puede ser objeto de esa relación amor-odio que los borderline entablan con tanta frecuencia. No hay cura para el trastorno borderline, pero un buen psiquiatra o psicólogo sí puede mitigar los síntomas en un paciente. En el fondo, las personas borderline son muy inseguras (por eso son tan volátiles), y tienen problemas de autoestima (por eso desesperadamente buscan apegos). A través de conversaciones, un psiquiatra podría tratar de hacer a la persona borderline más segura y con más autoestima.
Y, algunas drogas también podrían ayudar. Por alguna extraña razón, la naltrexona ayuda a las personas borderline a contener su impulsividad. La naltrexona es una droga que sirve para cortar los efectos de la intoxicación con opioides (¿los recuerdas?, son las drogas como la heroína y la morfina). Nadie sabe muy bien cómo esa droga también mitiga los síntomas de los borderline, pero el hecho es que sí funciona.
Quienes sí tienen una autoestima muy inflada (aunque, en realidad, quizás sean sólo apariencias), son las personas que sufren otro trastorno de personalidad, los narcisistas. ¿Recuerdas los cursos de mitología griega en el cole? Pues bien, hubo un personaje, Narciso, que se enamoró de su reflejo en el agua, y se convirtió en la flor que lleva su nombre.
Es normal verse de vez en cuando en el espejo, y sentirse bien con uno mismo al contemplar esa imagen. Pero, yo te diría que no es normal tomarse cincuenta selfies al día (y arreglarse el cabello cada vez antes de tomar la foto), como ocurre con cierta gente. Pareciera que nuestra sociedad, en su obsesión con las redes sociales y el mundo de la farándula, estimula el narcisismo en mucha gente. Escucha cualquier canción de reguetón, y oirás a menudo frases como “mi competencia se llama el espejo”, o “para tú hacer una canción como ésta, es muy sencillo, tienes que volver a nacer”.
Quizás también, la forma en que educamos a nuestros hijos en la sociedad moderna, contribuye al narcisismo. Se sabe que, en alta proporción, las personas narcisistas han sido criados por padres que no pusieron límites en consentir al niño, y evitaron a toda costa criticarlos. Yo nunca te aconsejaría, Belén, castigar con nalgadas o golpes a tus niños cuando seas madre. Pero, sí es necesario, de vez en cuando, regañar. De lo contrario, en tu hogar estarás creando un monstruo que no tolerará ninguna crítica cuando se haga adulto.
El narcisista tiene una imagen muy inflada de sí mismo. Necesita tener aduladores, y frente a quien no lo adule, se mostrará muy hostil. El narcisista piensa que otros lo envidian, pero en el fondo, es él mismo quien envidia a los demás. Por supuesto, como sabrás, la envidia y la vanidad son los pecados más difíciles de reconocer, de forma tal que el narcisista nunca reconocerá que él mismo es narcisista, y que de hecho, envidia a otros. Pero, lo cierto es que, tras esa máscara de magnanimidad, el narcisista se siente muy inseguro, y por eso, constantemente necesita asegurarse a sí mismo de que él es el mejor. Piensa, si quieres, en la madrastra de Blancanieves. Una persona segura de sí misma no tendría necesidad de preguntar todos los días al espejo quién es la más bella.
Para inflarse a sí mismo, el narcisista necesita despreciar a los demás. Y así, es normal que la persona narcisista se sienta tan especial, que exija tener trato sólo con las mejores personas. Puede ir a un hospital, y si por alguna razón, le asignan un joven médico recién graduado, el narcisista dirá que ese médico no puede atenderlo, porque una persona como él sólo puede recibir atención de los médicos mejor preparados. Si en una fiesta, el narcisista no es el centro de atención, se aburre y se va. Todo tiene que girar en torno a él.
Los narcisistas suelen ser personas bastante productivas. Ellos no están acostados en el sofá de su casa sin hacer nada; para ellos, siempre hay un proyecto. Pero, lo que buscan no es tanto la producción en sí o la remuneración económica, sino la admiración de los demás. Y, en su desesperación por ser admirados, pueden intentar llevar su productividad a límites más allá de lo que sus cuerpos permiten. Por eso, la personalidad narcisista está asociada al consumo de drogas estimulantes (¿las recuerdas?, la cocaína es la más común y conocida de este tipo).
Como ves, este tipo de personas puede resultar bastante problemáticas. Al sentirse superior al resto de las personas, el narcisista termina por concluir que los demás no tienen los mismos derechos que él, y así, los explota y maltrata. En su interpretación del mundo, es la forma natural de hacer las cosas: los superiores como él, pueden apabullar a los inferiores.
Lo más preocupante, no obstante, es que el narcisista, a diferencia del borderline, tiene más habilidades sociales, y puede llegar a desarrollar un encanto superficial que atrae a los demás. Paris Hilton es una persona despreciable en su forma de tratar a los demás, pero extrañamente, nos atrae su personalidad. Quizás, muchos de los seguidores de gente como Hilton tengan la esperanza de que ellos, también, en algún momento podrán ser grandiosos y terminar apabullando al resto de los mortales.
Por supuesto, llega un momento en que, cuando un narcisista atrae a otro, chocan. Un crítico literario francés, René Girard, hizo muchos estudios sobre cómo, en la literatura, unos personajes empiezan admirando a otros, pero pronto esa admiración se convierte en odio, porque el discípulo quiere desplazar al maestro. Los psicólogos saben también muy bien que estas cosas ocurren en el mundo real, sobre todo con personas narcisistas.
Todos podemos tener algunos rasgos narcisistas, pero esto se convierte en un trastorno o enfermedad mental, cuando la persona sufre estrés como consecuencia de sus acciones y actitudes, al perturbar sus relaciones con los demás. A veces, los narcisistas solicitan ayuda de psiquiatras y psicólogos porque están ansiosos o deprimidos, o tienen adicción a algunas drogas. Pero, no es algo muy habitual. Recuerda, el narcisista piensa que los demás son inferiores, y es posible que llegue a creer que el psicólogo o psiquiatra sea un mediocre que no está a su altura. Más que cualquier otro, el trastorno de personalidad narcisista es ego sintónico: precisamente debido a su auto-admiración, el narcisista cree que no hay nada que cambiar.
Naturalmente, para un psicólogo o psiquiatra, es difícil hacerle ver a un narcisista que su personalidad puede ser la propia raíz de sus problemas. Pero, en algunos casos, confrontando sutilmente al paciente al hacerle ver las cosas como son, la persona narcisista puede caer en cuenta de su problema, y tratar de modificar algunos aspectos de su conducta. Como regla general, Belén, yo te diría que si identificas a alguien como un narcisista, tengas cuidado con esa persona. Pueden ofenderse fácilmente con cualquier gesto de tu parte (sobre todo si no eres aduladora con ellos), y al sentir su ego herido, te pueden apabullar. Con un narcisista, tarde o temprano eso ocurrirá. Es mejor, en la medida de lo posible, mantenerlos a la distancia, por más que te encanten con su carisma superficial.
Hay otro tipo de personas que no les importa que los demás no las admiren, pero sí les molesta mucho no ser el centro de atención. A este tipo de personas se les llama histriónicas. Una frase de Oscar Wilde (¿lo recuerdas?, el escritor que fue a la cárcel por homosexual) recoge muy bien la actitud del histriónico; que hablen mal de uno es espantoso, pero hay algo peor: que no hablen.
Los histriónicos siempre están buscando interactuar con otras personas, y en ese sentido, tienen buenas habilidades sociales. Pero, no forman relaciones sociales muy profundas. Lo que les interesa es estar en las miradas de los demás, mucho más que tener relaciones fuertes y duraderas. Como los narcisistas, son bastantes inseguros, y para tratar de ganar más seguridad, causan escándalos. Extrañamente, al ser el centro de atención, encuentran más comodidad. Para ganar notoriedad, habitualmente muestran emociones exageradas, o hablan como si estuvieran actuando en una obra de teatro. No extraña, entonces, que en el mundo del espectáculo, haya mucha gente de ese tipo.
Las mujeres sufren el trastorno de personalidad histriónica mucho más que los hombres. Y, para ganar atención, estas personas se pueden volver más seductoras en situaciones inapropiadas. A veces, incluso, en su desesperación por atraer atención, pueden deliberadamente fingir síntomas de otras enfermedades, para que los familiares y médicos los atiendan. A este tipo de conducta, los médicos lo llaman el trastorno ficticio, o síndrome de Munchausen, en honor al barón alemán del siglo XVIII que, en sus intentos de captar atención, inventaba historias sensacionalistas sobre su vida.
Todos podemos tener algunos rasgos histriónicos. Eso no nos hace necesariamente patológicos. Pero, si debido al histrionismo, una persona no es capaz de funcionar bien socialmente (por ejemplo, porque se la pasa seduciendo a los compañeros de trabajo), y sufre por ello, entonces sí cabe diagnosticarla con este trastorno. Como en los otros trastornos de personalidad, no hay mucho que los psicólogos y psiquiatras pueden hacer. Para este tipo de personas, las terapias se centran en cultivar el autoestima del paciente (a fin de que no necesite buscar seguridad en el histrionismo), y hacer ver al paciente los efectos nocivos de su teatralidad.
Recuerdo, Belén, que en alguna ocasión me contaste que, en tus clases de teatro en el cole, había algunos muchachos a quienes se les hacía muy fácil dramatizar en el escenario, mientras que otros muchachos tenían mucho miedo escénico. Pues bien, así como hay gente con trastorno de personalidad histriónica, hay también gente con trastorno de personalidad por evitación. Estas personas prefieren evitar las relaciones sociales, pero no necesariamente porque no estén interesadas en ellas. Más bien, son como los chicos de la clase de teatro, que quieren actuar en el escenario, pero las da miedo. Este temor puede ser tan agudo, que a la larga, la persona puede evitar cualquier contacto social, al punto de generar dificultades en su funcionamiento cotidiano.
De todos los trastornos de personalidad, seguramente éste es el menos ego-sintónico. Y, precisamente gracias a ello, los psicólogos y psiquiatras pueden trabajar mejor con este tipo de pacientes. Por lo general, utilizan técnicas de relajación para enfrentar los miedos de interactuar con los demás, de forma tal que, gradualmente, se pueda vencer el miedo.
Hay otro tipo de personas, no obstante, que evitan las relaciones sociales, no porque tengan miedo, sino sencillamente, porque no están interesadas. En psicología, se les llama esquizoides, y si esos rasgos asociales son muy agudos, se les puede diagnosticar con un trastorno de personalidad esquizoide. No son propiamente esquizofrénicos (¿recuerdas?, son los enfermos mentales que han perdido contacto con la realidad). Los esquizoides no están locos; ellos tienen los pies sobre la tierra. Pero, como los esquizofrénicos, los esquizoides tienen déficit en la expresión de sus emociones, y se retraen del mundo. Son como aquellos monjes ermitaños que se retiran a la cueva, y se aburren con las relaciones sociales. Probablemente, en su infancia fueron esos niños solitarios de la escuela que no juegan con nadie en el recreo.
Los esquizoides suelen tener una vida interior muy elaborada; es decir, crean en sus mentes muchas fantasías y son personas ensimismadas. Este tipo de trastorno es muy ego-sintónico: el esquizoide está conforme (aunque no lo expresa) como está, y no ve necesidad de cambiar las cosas. A decir verdad, los esquizoides no parecen sufrir mucho; son más bien sus familiares quienes sufren debido a su distanciamiento social. Si acaso van a un psicólogo o psiquiatra, el esquizoide probablemente irá llevado por algún familiar. El terapeuta no tiene gran cosa que ofrecer, pues de nuevo, es difícil curar a quien no quiere ser curado.
La personalidad esquizotípica es similar a la esquizoide, en cuanto al retraimiento social. Pero, los esquizotípicos tienen además ideas muy extrañas. Puedes pensar en este tipo de personalidad, como una forma leve de esquizofrenia. No oyen voces propiamente, ni tampoco tienen delirios descabellados. Pero, sí tienen ideas tan extrañas, que les impiden interactuar óptimamente con los demás. Por ejemplo, pueden estar muy interesados en la telepatía, o en la aparición de platillos voladores, u otras cosas raras. Con todo, recuerda que los psicólogos dicen que, para que una conducta o creencia sea considerada patológica, debe estar al margen de su contexto social. Si una persona vive en una comunidad en la cual todo el mundo tiene interés en los platillos voladores, entonces no se debería diagnosticar con el trastorno de personalidad esquizotípica.
Lo relevante es cuán separada esté la persona de las convenciones y normas de su sociedad. Vestir un guayuco (o taparrabos) en una tribu indígena amazónica no es un síntoma de trastorno de personalidad esquizotípica. Pero, llevar un guayuco a una reunión de ejecutivos en Nueva York, sí podría considerarse parte de la personalidad esquizotípica. Como ves, la personalidad esquizotípica tiene más que ver con excentricidades respecto al resto de la sociedad.
Alguna gente se ha quejado de que, con esto, la psiquiatría y psicología no hacen más que hacer patológicos a quienes sencillamente son distintos, pero que en realidad, viven tranquilamente y no solicitan ayuda de terapeutas. Pero, lo cierto es que los humanos somos seres sociales, y para poder funcionar adecuadamente necesitamos un mínimo de adaptabilidad a la sociedad. Por eso, yo te diría que el diagnóstico de trastorno de personalidad esquizotípica es relevante. Sobre todo, es importante identificar a las personas con trastorno de personalidad esquizotípica, porque en algunos casos, podrían volverse esquizofrénicos, y eso sí requiere intervenciones psiquiátricas más profundas.
Hay otro tipo de personas que tienen dificultades en sus relaciones sociales, porque sencillamente no confían en los demás. Seguramente has visto en la tele a asociaciones que creen que el hombre nunca llegó a la luna, o que las marcas que los aviones dejan en los cielos en realidad son chemtrails (esfuerzos deliberados para envenenar a la población). A este tipo de personas se les llama popularmente conspiranoicos: creen que los gobiernos continuamente nos mienten, y que no debemos confiar en las buenas intenciones de los poderes, porque todo se trata de una gran conspiración.
Los conspiranoicos no son necesariamente así de desconfiados en sus relaciones personales. Pero, sí hay personas con un trastorno de personalidad que consiste en exhibir rasgos similares en todas las esferas de su vida. Se trata del trastorno de personalidad paranoide. Este tipo de personas siempre tienen sospechas de que los demás son sus enemigos, y continuamente dudan de que quienes parecen mostrarse amigables con ellos, en realidad lo sean. Es el tipo de personas que fácilmente se ofenden, porque interpretan como una agresión, cualquier gesto (sea amable o no) que otras personas tengan con ellos. Y, cuando se sienten ofendidos, no perdonan. Incluso, muchas veces, estas personas tienen dificultades en mantener relaciones amorosas, porque eventualmente desarrollan la sospecha de que sus compañeros sentimentales les son infieles.
Debes tener en cuenta, Belén, que puede haber algunas circunstancias sociales que hagan a las personas más paranoides. Por ejemplo, en América Latina, se creen muchas teorías conspiranoicas sobre EE.UU. Pero, hasta cierto punto es comprensible, porque en efecto, EE.UU. por muchos años ha sido muy agresivo con los países latinoamericanos. Pues bien, del mismo modo, si una persona ha sufrido abusos en su vida, es comprensible que esa persona se vuelva paranoide. De hecho, el ser víctima de abusos en la infancia incrementa las probabilidades de desarrollar el trastorno de personalidad paranoide. Pero, aun sin sufrir abusos, una persona se puede volver más paranoide si se encuentra en un contexto al cual no está acostumbrado. Los inmigrantes (sobre todo los recién llegados) suelen ser más paranoides que el resto de la gente, precisamente porque aún no se ajustan al nuevo país, y al sentirse minoría, pueden tener la idea de que los demás les quieren hacer daño. Por eso, cuando vayas a la tienda del señor chino en tu barrio, trata de no molestarte cuando él te siga por toda la tienda. Estoy seguro de que si tú tuvieras una tienda en Beijing, también serías más desconfiada de lo normal.
Si los rasgos paranoides son muy acentuados en una persona, al punto de que dificultan su funcionamiento y sus relaciones sociales, entonces se convierten en un trastorno. Este trastorno es también muy ego sintónico. El paranoide no cree que él deba cambiar su personalidad, pues piensa que son los demás quienes se disponen a hacerle daño. Por eso, es muy raro que un paranoide acuda a un psicólogo o psiquiatra cuando siente que en su vida hay problemas. Y, si acaso acude, de nuevo, no hay gran cosa que el terapeuta pueda hacer, no solamente porque se trata de un trastorno ego sintónico, sino también, porque el paranoide puede llegar a pensar que el terapeuta quiere hacerle daño.
Hay otro tipo de personas que, a diferencia del paranoide, confía mucho en los demás y se apega a ellos. Pero, su apego es tal, que puede llegar a tener dificultad en vivir y hacer cosas por cuenta propia. Estas personas se vuelven excesivamente dependientes. Y, si llega un punto en que esa dependencia les impide vivir satisfactoriamente, entonces los psicólogos y psiquiatras los diagnostican con el trastorno de personalidad dependiente. Quienes sufren este trastorno, tienen mucho temor de que sus amigos o familiares los abandonen. Y, no son capaces de decidir por cuenta propia. Siempre requieren de la aprobación de los demás para incluso hacer cosas muy básicas (como por ejemplo, elegir qué comer o qué vestir). Suelen ser personas pasivas y obedientes (pues permiten que otros controlen sus vidas), y cuando terminan una relación, desesperadamente buscan apegarse a otra.

Es posible que este tipo de personalidad se desarrolle como consecuencia de una excesiva protección de los padres durante la infancia. También hay estudios que sugieren que este tipo de personalidad sea aprendida en la infancia, al observar a uno de los padres ser excesivamente dependiente respecto al otro.
Cuando se trata del trastorno de personalidad dependiente, los psicólogos y psiquiatras nos dan una buena y una mala noticia. La buena: este trastorno no es tan marcadamente ego sintónico, y el paciente por lo general busca ayuda, y entiende que su personalidad es la raíz de muchos de sus problemas. La mala: el paciente fácilmente puede volverse excesivamente dependiente respecto al terapeuta, y esto puede hacer más difícil la relación. Hay muchos testimonios de terapeutas que continuamente reciben llamadas de sus pacientes para que los ayuden a decidir cosas muy triviales. Frente a esto, los terapeutas tienen que colocar límites, aun si al principio, el paciente sufre por ello. A la larga, así resultará mejor.
 Por último, Belén, quiero comentarte sobre aquellas personas que sufren el llamado trastorno de personalidad obsesiva compulsiva. ¿Recuerdas cuando te escribía sobre las personas que sufren ansiedad, y algunas tienen obsesiones y compulsiones respecto a cosas muy particulares? Pues bien, hay personas que tienen rasgos obsesivos, no sólo respecto a cosas particulares, sino en todos los aspectos de su vida. Es una característica propia de su personalidad. Y, de nuevo, si esto genera estragos, entonces los psiquiatras y psicólogos lo consideran un trastorno.
Este tipo de personas son muy rígidas. No aceptan variaciones en sus creencias o conductas, y por lo general, quieren controlar, no solamente los aspectos de su vida, sino también a los que están a su alrededor. Muchas veces, sienten que el tiempo no les rinde para hacer sus tareas, porque se obsesionan con pequeños detalles. Suelen ser perfeccionistas. Por lo general, son personas productivas, pero también, pueden tener problemas con la productividad, pues al concentrarse en cosas innecesarias, no logran producir lo realmente relevante. Cuando se trata de relaciones sociales, tienen dificultad en mantenerlas, pues como entenderás, no es muy placentero interactuar con alguien que lo quiera controlar todo. Además, suelen ser tacaños, pues con su rigidez mental, se obsesionan con la idea de que el dinero es necesario, no para disfrutar propiamente, sino para ahorrar en caso de emergencias futuras.
Las personas que tienen trastornos obsesivos respecto a cosas muy particulares, por lo general reconocen su condición, y buscan ayuda. En cambio, aquellos que tienen el trastorno de personalidad obsesiva compulsiva, no están tan dispuestos a reconocer su problema. Como ves, éste es también un trastorno ego sintónico. Con todo, los terapeutas son moderadamente optimistas respecto a la gente que sufre este trastorno y acude a terapia. Las técnicas de relajación que los psicólogos saben emplear muy bien, sirven para moderar algunos aspectos obsesivos de la personalidad.
En total, Belén, una de cada diez personas en el mundo sufre de algún trastorno de personalidad. Es por eso muy probable que, en algún momento, te encuentres con este tipo de personas. Si, quienes conocieron a Raquel, hubiesen sabido en qué consiste el trastorno que ella tenía, quizás la hubieran entendido mejor, quizás eso pudo haber evitado su tragedia. No debes sentirte culpable por su suicidio, pero sí puedes aprender de esa experiencia, y estar más alerta respecto a los distintos tipos de personalidad que se convierten en trastornos. En especial, deberías estar muy pendiente de un trastorno de personalidad que no te mencioné en esta carta, pero que es quizás el más lamentable y peligroso: el trastorno de personalidad antisocial, o como a veces se les llama, los psicópatas. Ya me he extendido en esta carta demasiado, pero prometo escribirte sobre ellos, en una futura carta. Se despide, tu amigo Gabriel.

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