viernes, 24 de junio de 2016

A propósito del Brexit: en defensa de Cameron

Vivo en Venezuela, y a pesar de que tengo alguna pizca de anglofilia, no conozco mucho los pormenores de la vida política en el Reino Unido, y sólo he visitado ese país, una sola vez, hace más de diez años ya. Sólo puedo opinar a la distancia. Pero, en vista del Brexit, me parece que David Cameron merece una defensa.
            No me contentan los resultados del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Pero, como suele ocurrir, veo mucha hipocresía por parte de la izquierda. Los progres continuamente se oponen a los tratados de libre comercio, y frecuentemente enaltecen el valor de la soberanía. Hasta fechas muy recientes, en la izquierda europea se hablaba de Angela Merkel como la dictadora de Europa, y populistas como Pablo Iglesias coqueteaban con el euroesceptiscismo. Una vez que se ha concretado la salida de un país de la Unión Europea, promovida por un movimiento de derecha, entonces ahora sí, la izquierda viene a decir que la salida de Europa es fatal.

            En medio de todo este drama, la izquierda también reprocha a David Cameron de ser el culpable de la catástrofe. Lo empiezan a pintar como el mamarracho que permitió que los nacionalistas se salieran con la suya. Al parecer, la historia lo juzgará muy duramente.
            Yo, en cambio, simpatizo con Cameron, y lo veo como el Gorbachov de nuestros tiempos. A finales de la década de los ochenta del siglo pasado, había en la URSS una gran discusión entre los políticos y en la opinión pública, sobre la unidad y permanencia de aquel enorme país. Las repúblicas no rusas empezaron a presionar a Moscú para conceder referéndums independentistas. En medio de sus reformas, Gorbachov finalmente accedió. En todos esos referéndums prevaleció la opción independentista, y de la noche a la mañana, la URSS despareció silenciosamente.
            Muchos nostálgicos de la era soviética detestan a Gorbachov. Yo no. El propio Gorbachov quiso mantener la unidad soviética. Pero, prevaleció su criterio democrático. Él supo entender que, si los pueblos no rusos querían decidir su propio destino, un estadista que está comprometido con el cumplimiento de la voluntad popular, debe acceder a hacer esas consultas, aún si prevé que los resultados no le serán favorables.
            A Cameron se le acusa de haberse arriesgado innecesariamente, al acceder a un referéndum sobre la continuidad británica en la Unión Europea. Pero, ¿acaso debe un político convocar sólo aquellas consultas en las que él está seguro de ganar? Ciertamente, la irracionalidad del pueblo británico se ha impuesto. Pero, ¿tenemos autoridad moral para decidir dejar de ser democráticos cuando la mayoría se inclina por una opción que no nos agrada? La democracia exige compromisos, y eso implica aceptar lo que dicte las mayorías, nos guste o no.
            Ciertamente, Cameron no tenía obligación legal de acceder a ese referéndum. Pero, la vocación de un demócrata es oír a la voz de la voluntad popular que se expresa en la opinión pública, y se canaliza a través de distintos partidos políticos que logran hacer presión. Y, si hay un tema no resuelto en la opinión pública, lo verdaderamente democrático es convocar una consulta para decidirlo, aun si no hay obligación legal de hacerlo. Gorbachov tampoco tenía obligación legal de ceder a aquellos referéndums, pero estoy seguro de que la historia lo juzgará positivamente por esa iniciativa.
            Es muy probable que tras la iniciativa de Cameron, yacieran sus propios intereses. Cameron se enfrentaba a muchos problemas internos, y necesitaba alguna fuerza aglutinante. O, en todo caso, pensó que apaciguando a los partidarios del Brexit con un referéndum que él creería que ellos perderían, podría legitimarse más. Pero, a mí me parece que los intereses personales de Cameron son irrelevantes a la hora de juzgar el asunto: él cedió a la voluntad popular, como cualquier demócrata, sean cuales sean sus intereses, debe hacer. En cualquier país democrático, se busca gobernar por consenso. ¿Dónde está el crimen en tratar de apaciguar a una fuerza política para buscar la legitimidad?
            El propio Gorbachov también accedió a aquellos referéndums, obedeciendo parcialmente a sus propios intereses. La URSS estaba en ruinas, y Gorbachov desesperadamente buscaba reformas de liberalismo económico. Él sabía que la vieja guardia comunista no se lo permitiría nunca. Para intentar legitimarse, trató de encontrar aliados en las repúblicas no rusas. Los planes no le salieron como él esperaba. Pero, su intento fue digno. Como Cameron, prevaleció su criterio democrático, y buscó consenso.
            Los trogloditas comunistas repudian a Gorbachov, por no haberse comportado como el dictador al cual estaban acostumbrados los soviéticos, en su patético desfile de déspotas: Lenin, Stalin, Kruschev, Breznhev. Gorbachov resultó molestoso, porque fue el primer líder soviético que decidió dejar de gobernar por vía de la imposición, y creyó más en la posibilidad del consenso democrático. Quienes hoy critican a Cameron, implícitamente le reprochan el no haberse comportado como un dictador, y el no haber reprimido a toda costa un deseo que, al final, resultó ser mayoritario en el electorado británico. La historia, espero, juzgará positivamente a Cameron.    

miércoles, 15 de junio de 2016

Karim Benzema y el chantaje racial

            En el mundo queda mucho racismo. Pero, también empieza a haber mucho chantaje con el racismo. El racismo se ha vuelto una excusa barata para que una cuerda de sinvergüenzas hagan y deshagan a su antojo, y cuando se les reproche su conducta, inmediatamente salten a chantajear a quienes los reprochan, acusándolos de ser racistas.
            En EE.UU., esto es un vicio especialmente notorio. Nadie puede negar el tremendo sufrimiento de los negros en décadas pasadas, y el valor de la lucha por los derechos civiles, encabezada por gente como Martin Luther King. Pero, esa lucha hoy se ha desvirtuado, y ha dado pie a que surja toda una industria de chantajistas negros que continuamente juegan al victimismo, y extorsionan a los blancos, amenazándolos con acusarlos de racismo. Gente infame como Jesse Jackson y Al Sharpton han perfeccionado estas técnicas.

            En el deporte, esto es aún más evidente. O.J. Simpson, un futbolista negro, mató a su esposa, una blanca. La evidencia en su contra era abrumadora. Pero, el liderazgo negro en EE.UU. movió cielo y tierra para que la opinión pública se inclinara por la idea de que, en realidad, Simpson era víctima de un complot racista de la policía de la ciudad de Los Angeles (la cual, sin duda, era y sigue siendo racista). Al final, el jurado, en su mayoría compuesto por negros, cedió a este chantaje, y declaró inocente a Simpson.
            En el deporte europeo, estos vicios empiezan a aparecer. Karim Benzema, el jugador francés de origen argelino, es un crack. Nadie duda de su calidad futbolística. Pero, Benzema es un enfant terrible: estuvo involucrado con una prostituta menor de edad, y sirvió como intermediario para extorsionar a un compañero de la selección francesa de fútbol. Ante estas conductas, el seleccionador francés, Didier Deschamps, decidió no convocarlo para la Eurocopa 2016. ¿Cuál fue la respuesta de Benzema? La previsible: alegó que él era víctima de racismo, por ser musulmán y de origen argelino.
            Dejemos de lado que el Islam no es una raza, y que de hecho, el aspecto físico de Benzema es bastante europeizado. Lo verdaderamente lamentable acá, es la forma en que Benzema se vale del chantaje y el victimismo, e insólitamente, el modo en que algunos lo apoyan en la propia Francia. Claramente la conducta de Benzema es reprochable. Pero, en vez de asumir su propia responsabilidad, él prefiere refugiarse en el chantaje de siempre: alegar que es víctima de discriminación racial, sin el menor respaldo de evidencia en ese alegato.
            En el fútbol europeo, no nos engañemos, hay racismo. El espectáculo de arrojar plátanos al campo cuando un jugador negro tiene la pelota, es deplorable. Pero, Benzema insulta a las verdaderas víctimas del racismo, en la medida en que trivializa las acusaciones y chantajea con ellas.
La selección francesa de fútbol está compuesta por varios jugadores de origen magrebí y subsahariano. A alguna gente, esto le resulta incómodo. En alguna ocasión, por ejemplo, el intelectual Alain Finkielkraut se quejó de que el equipo francés no era ya azul, blanco y rojo; sino negro, negro y negro. Pero, para los seleccionadores, es muy difícil ser racista. El principal objetivo del entrenador es ganar. Él sabe muy bien que debe colocar a los once mejores, sean del color que sean. Todo entrenador sabe que, para ganar, no se puede dar el lujo de ser racista.
Al final, la irresponsabilidad de Benzema, no hará más que contribuir al ascenso de Marine Le Pen y el Frente Nacional. Parte de la oleada racista de los últimos años en EE.UU., es atribuible al coraje que el pueblo blanco sintió ante la exculpación de O.J. Simpson. Pues bien, el francés promedio, al contemplar la forma tan irresponsable en que gente como Benzema acude al chantaje racial, termina por inclinarse hacia aquel demagogo que promete tener mano dura contra el extranjero que pretenda seguir chantajeando con el victimismo.

Habitualmente, la FIFA ha promovido el lema Say No To Racism (Dile No al racismo). Eso está muy bien. Ya quisiera ver, a la par, el lema, Say No to Racial Blackmail (Dile No al chantaje racial).