viernes, 8 de enero de 2016

Sócrates: ¿culpable?

            Hollywood ha tenido un renovado interés en la Grecia antigua. Pero, como cabría esperar, las películas hollywoodenses optan por más acción y menos diálogo. Así, el interés de Hollywood está realmente en la violencia de los mitos griegos (y, muchas veces, las películas ni siquiera son muy leales a las tramas originales de los mitos) o en las batallas de personajes como Alejandro Magno o Leónidas.
            En ese sentido, no cabe esperar de Hollywood una película sobre filósofos griegos. Pero, afortunadamente, fuera de Hollywood, sí las ha habido. Una de las mejores logradas es Sócrates, de Roberto Rossellini. El film, estrenado en 1971, narra la vida y muerte de Sócrates. La película, hecha para la televisión, es un poco tosca en detalles técnicos. Los escenarios son un poco acartonados, lo mismo que el vestuario; los actores italianos no tienen mucha maestría en este film. Pero, el guion es muy bueno: consta, en su mayoría, de trozos directamente tomados de los diálogos de Platón, pero muy bien hilvanados. Y, la película retrata bastante bien algunos aspectos cotidianos de la vida en la antigua Grecia.

            Ahora bien, la película de Rossellini presenta los mismos problemas que las películas sobre el juicio y ejecución de Jesús. Frecuentemente, se han hecho comparaciones entre Sócrates y Jesús. Si bien las semejanzas entre ambos personajes son muchas veces exageradas, hay un rasgo común muy evidente: ambos fueron sometidos a juicios tremendamente injustos.
            Pero, hay aún otra semejanza que pocas veces se destaca: el retrato de esos juicios, en las fuentes que tenemos, no son históricamente muy fidedignos. En mi libro Jesucristo ¡vaya timo! he explicado, por ejemplo, que probablemente no hubo un juicio en el Sanedrín contra Jesús, ni tampoco una condena por blasfemia. Jesús fue probablemente procesado por motivos políticos (no religiosos) por los romanos. Y, si bien esa condena fue injusta, es comprensible (pero no aceptable) la decisión romana, pues Jesús tenía una prédica apocalíptica incendiaria que debió alarmar a las autoridades imperiales que trataban de mantener orden en aquella región convulsa. Los evangelistas, en un intento por congraciarse con las autoridades romanas tras la guerra judeo-romana, trataron de atribuir la mayor parte de la responsabilidad de la muerte de Jesús, a los judíos. Las películas sobre Jesús no hacen más que continuar la distorsión de los evangelios.
            Algo similar ocurre con Sócrates. Si bien su condena fue injusta, tenemos motivos para dudar de la veracidad histórica de los testimonios que nos dejaron Platón y Jenofonte. Rossellini, en tanto reproduce fielmente la versión de ambos autores clásicos, da continuidad a esa distorsión. Así como los evangelios envilecen a los judíos, cabe sospechar que tanto Platón como Jenofonte envilecen a los atenienses.
            La mejor obra de revisionismo histórico respecto al juicio de Sócrates, es el libro del periodista norteamericano, I.F. Stone, El juicio de Sócrates. Stone recomienda colocar aquellos trágicos acontecimientos en contexto. Sócrates había luchado del lado ateniense en la guerra del Peloponeso. Pero, cuando cayó derrotada ante Esparta en esa guerra, Atenas dejó de ser una democracia, y empezó a ser gobernada por una oligarquía auspiciada por los espartanos.

            Esta oligarquía, conocida como la de “los treinta tiranos”, estaba conformada por algunos antiguos discípulos de Sócrates. El cabecilla de esa oligarquía, Critias, era ampliamente conocido como un cercano discípulo de Sócrates. Y, Alcibíades, un traidor a la causa ateniense en la guerra contra Esparta, había sido también seguidor de Sócrates. La película de Rossellini hace mención de estos hechos, pero no les brinda demasiada importancia. En cambio, para la tesis de Stone sí son muy importantes.
            Pues, el gobierno de los treinta tiranos se volvió cada vez más despótico. En la Apología (la de Platón, no la de Jenofonte), Sócrates se defiende en el juicio alegando que, en época de los treinta tiranos, se le exigió cumplir una orden injusta (arrestar a un tal León de Salamina para quedarse con sus propiedades), pero él la desobedeció; Rossellini retrata este hecho en el film. Stone tiene dudas de que esto realmente haya ocurrido, y opina que, más bien, es un artificio literario para hacer creer que Sócrates no era tan colaborador con los treinta tiranos. Lo más probable, es que Sócrates fuera simpatizante y hasta cierto punto colaborador de estos treinta tiranos; de hecho, en sus diálogos, hay varias alabanzas al sistema político de Esparta.
            El gobierno de los treinta tiranos finalmente cayó tras un año de brutal despotismo, y fue reemplazado por un nuevo sistema democrático. El nuevo gobierno instó a los antiguos gobernantes a exiliarse. Sócrates nunca había formado parte de aquel gobierno, y se quedó en Atenas. Pero, Stone presume que se quedó enseñando aquellas ideas que simpatizaban a los treinta tiranos.
            En las fuentes que tenemos, Platón y Jenofonte, se nos dice que a Sócrates lo acusaron de no creer en los dioses de la ciudad, y de corromper a la juventud con sus enseñanzas. Acá ocurre lo mismo que respecto al juicio de Jesús: es difícil tragarse el cuento de que los judíos acusaran a alguien de blasfemia por el mero hecho de proclamarse el mesías. Del mismo modo, las acusaciones contra Sócrates resultan un poco extrañas. ¿Qué es, exactamente, corromper a los jóvenes? Si, como lo presentan Platón y Jenofonte, Sócrates en realidad enseñaba la virtud, ¿realmente los atenienses condenarían a alguien por enseñar a los demás a ser virtuosos? Algo no concuerda.
            Stone sospecha que, en realidad, Sócrates estaba enseñando a sus pupilos a no aceptar la democracia. En algunos diálogos, Sócrates es bastante explícito en su desdén por la democracia. Y esto, para un gobierno democrático recién instalado, y que acaba de derrocar a una tiranía (cuyos miembros más importantes habían sido discípulos de Sócrates), sí era más delicado. Quizás, la acusación contra Sócrates era más bien estrictamente política (como en el caso de Jesús), pero Platón y Jenofonte trataron de representar otra cosa (como también intentaron hacer los evangelistas).
            Por supuesto, la democracia exige libertad de expresión. Y, en eso, los atenienses fallaron miserablemente, al criminalizar a un maestro que, en realidad, no hacía más que enseñar. Ahora bien, queda otro misterio: ¿por qué Sócrates no intentó defenderse mejor ante sus jueces? Tal como lo representa Rossellini en la película (basándose en la Apología de Platón), Sócrates fue desafiante en el juicio, y sugirió que, en vez de ser castigado, fuese recompensado con los homenajes que se les daba a los campeones olímpicos. Obviamente, esto no complació a los jueces, quienes finalmente votaron mayoritariamente a favor de su ejecución.
            Stone postula que, básicamente, Sócrates, ya avanzado en edad, estaba buscando el suicidio, pues no quería vivir en la vejez. Pero, más importante aún, defenderse articuladamente en el juicio habría sido conceder la importancia de la libertad de expresión, una virtud democrática que, precisamente, el propio Sócrates rechazaba. Antes de ceder al ideal democrático, Sócrates prefirió beber la cicuta.
            Así pues, tanto Jesús como Sócrates sufrieron muertes injustas. Pero, sus seguidores redactaron crónicas que envilecieron desproporcionadamente a sus adversarios, e incluso, trataron de endulzar muchos de sus aspectos más sombríos. Esto se ha hecho aún más en el cine. Jesús, por ejemplo, pronunció discursos fieramente apocalípticos, de los cuales tenemos constancia en los evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas). Pero, por lo general, las películas sobre Jesús obvian por completo estos aspectos desagradables del galileo.

            Sobre Sócrates, conocemos también cosas desagradables sobre su vida, incluso registradas en las obras de Platón y Jenofonte. Pero, Rossellini optó por omitirlas, o disimularlas lo más que pudo. Sabemos, por ejemplo, que Sócrates oía voces; un claro signo de esquizofrenia. Rossellini hace una muy escueta mención del daimon, pero no dedica mucha atención al asunto de las voces. También sabemos que la relación entre Sócrates y su esposa, Jantipa, era convulsa. Según la información que nos ofrecen las fuentes, cabe presumir que esta relación tan problemática se debía en parte debido al machismo de Sócrates, así como su actitud descuidada respecto a sus responsabilidades hogareñas. Pero, Rossellini optó más bien por presentar un matrimonio que, si bien atraviesa algunos pequeños problemas (como cualquier matrimonio), en realidad, los esposos se aman mutuamente.

            Con todo, a pesar de sus inclinaciones anti-democráticas, el tábano Sócrates merece nuestros elogios. Y, a pesar de su ingenuidad en algunas cosas, Sócrates, de Rossellini es una buena película.

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