sábado, 17 de octubre de 2015

Hugo Chávez y la santería cubana

            Las creencias religiosas de Hugo Chávez siempre fueron un misterio. Nominalmente, era católico. Pero, pronto se hizo muy evidente que su catolicismo era bastante maquiavélico, y muy poco genuino: Chávez sabía que para calar bien en las masas, debía fingir ser católico, pero difícilmente se apreciaba en sus gestos una genuina devoción.
            Durante su enfermedad, hizo lo que la gente desesperada (muy comprensiblemente) suele hacer: acudió a múltiples tradiciones religiosas buscando una cura. Apeló a Cristo, a la Virgen y a los santos, pero también a los espíritus ancestrales indígenas y a los espectros de la sabana. Acudió a curas católicos y pastores protestantes, pero también a chamanes indígenas.

            Pero, desde mucho antes de su enfermedad, se rumoreaba que Chávez era practicante de la santería cubana. La fascinación ideológica de Chávez con Fidel Castro y Cuba, propició estos rumores. Chávez empezó a cubanizar progresivamente a Venezuela: el alto mando militar empezó a recibir órdenes desde Cuba, los registros inmobiliarios eran dirigidos por cubanos, etc. Inevitablemente, pronto empezó a correr el rumor de que esa cubanización también traía consigo a los babalaos.
            A simple vista, cuesta creer estos alegatos. Fidel, un ateo declarado, persiguió desde un inicio a la santería, y trató de expurgar de Cuba las influencias africanas. Fidel habría tenido interés en exportar la revolución a Venezuela, pero no la santería que él mismo despreciaba. La revolución de Fidel pretendía ser marxista, materialista, racionalista y atea.
            Pero, cuando cayó la URSS, hubo un giro en toda la izquierda mundial. Se abrazaba ahora todo lo que no fuera occidental. Y así, la santería empezó a ser aliada de la izquierda, pues se veía en esa tradición religiosa una alternativa a la hegemonía católica eurocéntrica. Las relaciones de los babalaos empezaron a mejorar con el régimen cubano. Y, en ese sentido, no es descabellado pensar que, en el momento en que empezó la cubanización de Venezuela, Fidel optó por enviar a los babalaos como sus aliados revolucionarios.
            Con todo, no hay indicios claros de que Chávez cooperara con los babalaos, mucho menos que él mismo fuera santero. Quien más ha promovido esta tesis es el sacerdote católico José Palmar. Según Palmar, cuando él era colaborador de Chávez, bajó una noche a los sótanos del palacio presidencial de Miraflores, y allí vio a muchos santeros realizar sacrificios de animales.
            Palmar es un personaje notoriamente paranoico, y haríamos bien en desconfiar de su testimonio. En la década de 1990, Palmar trató de instigar una histeria colectiva en torno a supuestas sectas satánicas en Venezuela, así como el contenido de mensajes subliminales en los discos de rock. En su mente brujeril, Palmar asume que la santería es una religión diabólica. Y, es de sobra conocido por los psicólogos que, en mentalidades paranoicas como la de Palmar, muchas veces crecen los delirios, y se ven cosas que, o bien no existen, o bien son confundidas con otras.
            Otros testimonios son igualmente problemáticos: el dirigente sindical Carlos Ortega alegaba que Chávez tenía una foto de Ortega, y que en sus viajes por África, sometió a esa foto a rituales de magia negra para asegurarse de que nunca triunfara políticamente. Carlos Ortega es otro de esos personajes de los cuales no podemos confiarnos demasiado.
Quizás el único personaje del cual sí podemos fiarnos un poco más en este asunto, es Agustín Blanco Muñoz. Según Blanco Muñoz, en una serie de entrevistas con allegados de Chávez, algunos confesaron que el Comandante sí estaba interesado en la santería, y llegó a participar en rituales de iniciación. Lamentablemente, estos alegatos no pasan del rumor, y no hay mucha posibilidad de verificación.
            No es falso que, en algunos cementerios de Venezuela, se han profanado tumbas para realizar ceremonias de Palo Mayombe, una tradición afro-cubana afín a la santería, pero más inclinada a procedimientos de magia negra. Pero, a partir de esos datos, se ha querido ver en la exhumación de los restos de Simón Bolívar, un macabro ritual de santería dirigido por Chávez para invocar a fuerzas espirituales y asegurar su poder.
            Seguramente por razones evolucionistas, la mente humana tiene una fuerte tendencia a sentir repudio por las exhumaciones y la manipulación de cadáveres (en la sabana africana, esto debió haber sido una adaptación para nuestros ancestros, pues así se reducía el contagio de enfermedades). Esto hace que haya tabús en torno a los cadáveres, y que cada vez que alguna expedición científica participe en una exhumación, se le atribuyan infortunios. Así ocurrió con la supuesta maldición a la expedición que abrió la tumba de Tutankamon, y fue así también con la exhumación de Bolívar. Mucha gente vio la muerte de Chávez como un castigo divino por haber participado en la santería, y en particular, por haber dirigido la exhumación del Libertador.
Incluso, algunos de los propios santeros de Miami tenían una opinión similar: a su juicio, Chávez quiso impregnarse de poderes místicos para los cuales no estaba preparado, y esas fuerzas espirituales eventualmente lo sobrecogieron y causaron su cáncer.
Todo esto, insisto, es paranoia religiosa. La idea de que Chávez era santero se basa en conexiones muy tenues. Pero, supongamos que, en efecto, Chávez sí era santero. ¿Dónde está lo criminal en esto? Habría sido criminal si Chávez se hubiera valido de ella para aterrorizar a la población, como Papa Doc y los tonton macoutes hicieron con el vudú en Haití, haciéndole a creer a los pobres haitianos que Papa Doc era Baron Samedi, una figura terrorífica del folklore haitiano.
Pero, Chávez no hizo nada de esto. Si acaso su entorno de babalaos realizaba sacrificios animales, ciertamente estas prácticas serían objetables (como también lo sería la tauromaquia), pero no especialmente criminales. La profanación de tumbas ciertamente sí es un delito, pero insisto, no hay ningún indicio de que agentes del gobierno estuvieran detrás de esos actos vandálicos. Quizás alguien como Carlos Ortega se aterrorice de que su rival político utilice su foto para hacer rituales de magia negra, pero insisto, hacer meros rituales sin víctimas reales no es ningún delito. La preocupación de Ortega más bien revela que él es tan supersticioso como supuestamente Chávez lo era.


 La santería es una religión como cualquier otra. Sí, en ocasiones, la santería puede derivar en rituales que tienen propósitos antisociales. Pero, no perdamos de vista que esos rituales son inefectivos. Si acaso hemos de reprochar a Chávez por su supuesta participación en la santería, hagámoslo, no por haberse comunicado con espíritus malignos, sino por haber perdido su racionalidad haciendo estas tonterías. Pero, si hemos de hacer estos reproches, hagámoslo consistentemente, y reprochemos también a todos los políticos venezolanos que besan la tablita de la Chinita o se consagran a la Virgen del Valle, buscando un éxito electoral.

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