martes, 25 de agosto de 2015

Z, de Costa Gavras, retrata muy bien al chavismo

            Alguna gente me dice que mis gustos cinematográficos son demasiado sectarios en términos políticos. Me han recomendado ver Z, de Costa Gavras, a fin de que aprecie cine izquierdista de calidad, y me cure de mis sesgos derechistas.
            La he visto, y tienen razón. Z es una gran película, digna de ser considerada un clásico. Pero, me temo que esta película no es tan izquierdista como la presentan sus promotores. Sí, Costa Gavras es un progre, y sí, la película, filmada en plena Guerra Fría, presenta las sucias artimañas de una pseudodemocracia europea de derecha, obsesionada con la supuesta amenaza comunista.

            Pero, un venezolano de nuestros tiempos verá en Z un reflejo del gobierno chavista (al principio no se supo si Chávez era de izquierda o derecha, pero al final, se quitó la máscara y aceptó su afinidad al comunismo). Hoy, en América Latina, es la izquierda, y no la derecha, quien se comporta como los gorilas que se retratan en Z.
La película, un thriller político, narra la historia de un senador en un país europeo supuestamente democrático (nunca se nombra el país). Este senador es un pacifista, y se dispone a dar una conferencia en contra del armamento nuclear. El gobierno inventa toda clase de excusas para tratar de suspender la conferencia, pero los organizadores del evento persisten. La noche de la conferencia, grupos de choque fieles al régimen acosan al senador, mientras la policía observa complacientemente sin hacer nada. Unos hampones dan muerte al senador, pero de un modo bastante confuso.
            Se abre una investigación. A medida que progresa la investigación, se va descubriendo que los asesinos no eran unos hampones comunes, sino que se trató de un asesinato político encargado desde arriba. La policía hace todo lo posible por modificar la evidencia, a fin de que la muerte del senador parezca un accidente. El juez que encabeza la investigación recibe presiones de todo tipo para ceder ante la versión de la policía, pero al final, persiste en su integridad, y ordena la aprehensión de los conspiradores. No obstante, en la última escena de la película, se revela que tras el juicio formal que castiga levemente a los autores materiales, el ejército da un golpe de Estado para evitar la derrota electoral de la derecha ante el escándalo, el juez que encabezó la investigación es destituido, y los generales que idearon la conspiración son exonerados.
            Hay, por supuesto, elementos de la película que no sirven para describir al chavismo. Los generales son fascistas obsesionados con Dios y el rey, escandalizados por la música pop y el cabello largo de los hippies. Los chavistas más bien se enorgullecen con sus melenas poco higiénicas. Pero, visto con mayor detenimiento, en Z hay más semejanzas que diferencias entre los jerarcas chavistas y los gorilas fascistas retratados en la película.
            En Venezuela, cada vez que la oposición trata de hacer un evento político, como en Z, el gobierno inventa excusas supuestamente apolíticas (motivos de seguridad, etc.) para impedirlo. Asimismo, en Venezuela hay, como en Z, grupos de choque que hacen los trabajos sucios que el gobierno no quiere hacer con soldados uniformados. Son los Tupamaros y grupos afines. En un momento, Chávez se dio cuenta de que había creado un Frankenstein (pues llegaron a amenazar la estructura de gobierno del chavismo), y trató de limitar el poder de estos grupos. Pero, era ya demasiado tarde. Gente como Lina Ron ya no estaba dispuesta a ceder su espacio, y Chávez (y ahora Maduro), han tenido que ajustarlos como aliados.
            Cuando estos grupos actúan, la Guardia Nacional Bolivariana contempla complacientemente. Ocurrió así durante la época de la Guarimba a inicios de 2014. Grupos opositores protestaron (algunos violentamente, pero no más allá de obstaculizar carreteras, del mismo modo en que se hizo durante el Mayo francés de 1968, un movimiento mimado por la izquierda internacional), y la represión estuvo a cargo, no propiamente de los militares, sino a cargo de grupos de choque que actuaban con la protección de la Guardia. Hubo decenas de muertos, y salvo algunos casos de motorizados que murieron accidentalmente a causa de los obstáculos en la carretera (cuestión que no tiene justificación posible), la abrumadora mayoría de los muertos fueron ejecutados por la acción conjunta de los grupos de choque y la Guardia.
            En Z, un valiente juez aparece, y resiste las presiones de los militares. El juez persiste en su integridad, pero al final, pierde la batalla, porque los militares dan un golpe de Estado. No ha habido necesidad de tal cosa en Venezuela. Este país puede darse el lujo de mantenerse en la pseudo-democracia, porque no tiene ninguna amenaza interna; el poderío de los militares es indiscutible, y por ello, no necesitan dar ningún golpe. En Venezuela, no hay posibilidad de que un juez asuma una postura valiente y desafiante frente al poder ejecutivo. El gobierno se ha asegurado de preseleccionar jueces fieles a su causa, de forma tal que no causen los problemas que genera el juez que aparece en Z.

            En Z, Costa Gavras ha querido reflejar las marramuncias de las cuales de vale un gobierno con careta democrática, para aplastar a la disidencia. Esto no es realmente una cuestión de ideología. Derecha e izquierda lo hacen por igual. En el contexto de Costa Gavras, en la Guerra Fría, la URSS no pretendía ser una democracia, pero en cambio, los tiránicos gobiernos derechistas de América Latina y algunos en Europa sí eran expertos en emplear estos trucos sucios. Hoy, ya derrumbado el Muro de Berlín, América Latina ha dejado atrás su época de falsas democracias de derecha, y es más bien ahora la izquierda, con la excusa de resistir el imperialismo yanqui, la que hace las bajezas que Costa Gavras magistralmente retrata en Z. 

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