sábado, 10 de enero de 2015

En defensa de la burla



            Tras la conmoción generada por los asesinatos de los editores de la revista Charlie Hebdo, muchos comentaristas han salido a reprochar los asesinatos, pero a la vez, han reprochado a la revista por su iconoclasia. La burla, alegan, no conduce a nada bueno. Para construir un ambiente de respeto y tolerancia, nos dicen, nadie burlarse de nadie.
            Yo discrepo. Si de verdad estamos dispuestos a prescindir de la burla, entonces quememos la producción de Aristófanes, Voltaire, Chaplin, Woody Allen y el Conde del Guácharo. Yo no estoy dispuesto a hacer esto. Antes bien, considero que todos estos personajes han hecho una gran contribución, y debemos defenderlos.

            Hay varios tipos de humor. Pero, el más penetrante es aquel que hace alguna crítica a algo mediante la burla. La película más grandiosa de Chaplin fue seguramente Tiempos modernos o El gran dictador, precisamente porque no se limitó a exhibir escenas donde alguien se da un golpe; antes bien, hizo mucho énfasis en la burla de los capitalistas y de los nazis, respectivamente. Pero, en esa burla, está precisamente su grandeza. Chaplin hizo un aporte a la humanidad en señalar lo absurda y peligrosa que es una sociedad híper moderna, o conducida por ideas propias del nazismo.
            En este tipo de humor, por supuesto, hay una suerte de agresión. Pero, esta agresión es necesaria. ¿Cómo puede hacerse una crítica, sin un mínimo de agresión frente a la idea o la persona que se está criticando? La buena crítica, por supuesto, es la que va dirigida contra lo criticable. Mofarse de los judíos presentándolos como ratas (como hacían los humoristas nazis), claro está, no debería causar gracia.
Pero, mofarse de Pinochet como un caníbal sí es muy loable (algo que también hizo la revista Charlie Hebdo), pues ridiculiza a alguien que ha hecho mucho daño. Previsiblemente, los pinochetistas se molestarán con esta mofa y la considerarán una falta de respeto a su “General”, pero cometeríamos un grave error si cedemos ante el chantaje del respeto y la convivencia entre todos, y accedemos a censurar esta burla.    
La mofa es un recurso retórico muy poderoso, propio de una especie con una gran capacidad para la representación simbólica y la creatividad, como lo es Homo sapiens. La mofa es un patrimonio de la humanidad. Gracias a ella, los opresores y la gente que defiende cosas absurdas han quedado expuestos al ridículo, y ha servido de presión para que abandonen sus prácticas y creencias. Yo mismo he abandonado alguna opinión, al verla ridiculizada en una caricatura. Doy gracias por haberme hecho caer en cuenta, y espero que los caricaturistas y comediantes sigan acudiendo a la burla como recurso.

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