martes, 3 de diciembre de 2013

¿Debe patentarse la religión?

Como se sabe, las actrices pornográficas deben operar con pseudónimos. En los últimos años, el nombre ‘Kali’ se ha hecho muy popular entre estas actrices. Kali es una diosa del hinduismo, que tiene cierta asociación con el sexo y la violencia (en realidad, más con la violencia que con el sexo, pero precisamente, las feministas alegarán que la pornografía es más violencia que sexo). En el siglo XIX, prosperó en la India el culto de los thugs, bandoleros de carretera que mataban a viajeros y los ofrecían como sacrificio a Kali. Todo parece indicar que este sensacionalismo hace de Kali una imagen muy seductora en el porn business.
Muchos grupos organizados de hindúes en Norteamérica (rara vez en la propia India) se sienten ofendidos por el hecho de que una actriz pornográfica lleve el nombre de Kali. Bajo su alegato, la imagen de Kali, inmersa en un profundo simbolismo religioso, es sacada de su contexto y profanada con meros fines comerciales, muy alejada del contexto religioso original. De hecho, los símbolos del hinduismo son muy proclives a esto. En el Occidente moderno y capitalista hay clases de yoga, cadenas de restaurantes con imágenes de Ganesha (el dios con cabeza de elefante), ventas masivas del Kama Sutra como un simple ‘manual de sexo’, etc.
Y, por supuesto, esto no ocurre sólo con los símbolos religiosos hindúes. Madonna infamemente causó escándalo con la profanación de la virgen con fines comerciales, no sólo empleando su nombre para lanzarse al estrellato, sino también, utilizando las imágenes de iconos marianos en zarcillos y pulseras. Hay una marca de blue jeans llamada True Religion (y su logo es un simpático Buda gordito tocando guitarra).
Quizás los grupos más ofendidos, y los más celosos en el resguardo de sus símbolos y tradiciones frente al uso capitalista, son los nativos indígenas norteamericanos. El movimiento del New Age ha intentado emplear tradiciones indígenas, sobre todo de chamanismo. Así, se han comercializado libros y otras mercancías que promueven el chamanismo en la sociedad de consumo, y nuevamente, esta promoción es ajena al contexto original. Los indígenas consideran que esto es una profanación y un robo de sus símbolos, y han presionado (con relativo éxito) a los legisladores para que prohíban el uso de símbolos religiosos indígenas a grupos foráneos.
Ciertamente, Madonna y la actriz pornográfica deliberadamente buscan una forma de profanación. Pero, no todos los casos de apropiación de símbolos religiosos persiguen ese objetivo. Los entusiastas del New Age que emplean técnicas chamánicas, o incluso, el publicista que usa a Ganesha para promover su restaurante, lo hace con aprecio por esos símbolos. Con todo, los grupos religiosos originales insisten en que se trata de un uso indebido de los símbolos, y en ese sentido, si bien no es una profanación explícita, sigue generando ofensa.
Es curioso que los hindúes se molesten porque otra gente se apropie de sus símbolos. Después de todo, si ha habido una religión que ha sido promiscua en la apropiación de símbolos religiosos, es precisamente el hinduismo. En el hinduismo, Jesús es un avatar de Vishnu, cuestión que los cristianos enfáticamente negarían. Lo mismo sucede con Buda y los budistas. Los hindúes piden que gente extranjera no utilice sus símbolos, pero ellos alegremente lo hacen con los símbolos extranjeros. Lo mismo puede decirse del catolicismo: hay una enorme lista de símbolos católicos que se remontan a religiones precristianas. De hecho, virtualmente todas las religiones han tomado préstamos de símbolos e ideas religiosas de otras.
En esta época de patentes, entonces, pareciera que las religiones también quieren participar del negocio del copyright. Pero, no se atreven a hacerlo formalmente, precisamente porque la solicitud de un copyright implica la mercantilización de aquello que se quiere proteger. Si las religiones hicieran un pedido formal, y requirieran la patente de sus símbolos, quizás habría menos ambigüedad a la hora de resolver disputas por el uso de símbolos religiosos. Pero, en la medida en que las religiones sólo elevan vagas voces de protesta, sin formalizar en términos jurídicos y administrativos su supuesta propiedad intelectual, entonces eso permitirá que se siga empleando símbolos religiosos en contextos ajenos al original.
Por mi parte, opino que ni siquiera si las religiones solicitan formalmente la patente, ésta deba ser concedida por los Estados. Para lograr la patente, las religiones deben demostrar que esos símbolos son originales de cada una de esas tradiciones, pero como he señalado, casi ninguna religión ha creado de la nada un símbolo religioso. Prácticamente todas las religiones han plagiado a otras. Por supuesto, no deseo negar que las innovaciones religiosas existen, pero insisto, un análisis más minucioso muchas veces revela que, al menos en el caso de los símbolos disputados, éstos muchas veces proceden de otras tradiciones.
Además, a mi juicio, el derecho a la propiedad intelectual tiene una justificación muy débil. Los bienes intelectuales, a diferencia de los materiales, no escasean. Y, en ese sentido, no necesitan ser protegidos por un régimen de propiedad. Cuando alguien ‘roba’ mi idea, yo no estoy privado de ella, y en rigor, no sufro porque otra persona utilice los símbolos religiosos que yo utilizo. La propiedad intelectual sólo puede tener justificación a partir del incentivo: si no se protegen las ideas, no habrá incentivo para la producción de más ideas, pues el productor sentirá que no aprovecha los frutos de su trabajo. Pero, no estoy seguro de que en el contexto religioso esto tenga mucha aplicación. Un teólogo católico no dejará de producir libros por el hecho de que Madonna cante Like a Virgin con la imagen de la Pieta en su franela.
 
Por ello, los grupos religiosos están en la obligación de bajar su cabeza, y tragar grueso. Una sociedad libre y democrática no sólo exige que se respete el derecho a la blasfemia, sino también, a la comercialización de símbolos religiosos. Los grupos religiosos, para sobrevivir, no deberían oponerse a la comercialización capitalista de símbolos; antes bien, deberían ajustarse a estos tiempos, y utilizar al propio capitalismo como medio de difusión de sus símbolos. En vez de seguir el ejemplo de los trasnochados grupos indígenas norteamericanos que acusan a los chamanes del New Age de ser ‘fraudes’, los grupos religiosos deberían seguir más bien el ejemplo de Juan Pablo II y su genio publicista: que yo sepa, ese Papa nunca criticó públicamente a Madonna por el uso de símbolos católicos, pero en cambio, grabó un CD rezando el rosario, lo cual batió récords de venta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario